Misión en el Cuerno de Oro by Alexander Fullerton

Misión en el Cuerno de Oro by Alexander Fullerton

autor:Alexander Fullerton [Fullerton, Alexander]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Bélico
editor: ePubLibre
publicado: 1978-01-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO 7

—Oremos.

Quinto día, domingo por la mañana… Wishart recorrió la cámara de mando observando las cabezas inclinadas de la tripulación de su nave. La cabeza entrecana del suboficial mayor Crabb se encontraba justo frente a él, y la calva de Rinkpole relucía a su lado. Leech, el suboficial fogonero, se había cortado afeitándose y llevaba un trozo retorcido de algodón manchado de sangre pegado a un lado del grueso cuello. Los ojos de Wishart se posaron un momento en los indicadores de profundidad con las agujas inmóviles a setenta y cinco pies. El E.57 estaba tocando fondo, a cierta distancia de la costa occidental de la isla de Imrali, y no se movía en lo más mínimo. Satisfecho, abrió su devocionario en una de las tiras de la libreta de señales que había colocado a modo de marcadores y comenzó a leer en medio del cálido silencio submarino:

—«Oh, Dios bendito y glorioso. Nosotros, pobres criaturas tuyas a quienes tú creaste y has preservado, manteniendo nuestras almas en vida y rescatándonos de las garras de la muerte, humildemente nos presentamos de nuevo ante tu divina majestad para ofrecerte sacrificio de alabanza y acción de gracias, porque nos oíste cuando te invocamos ante nuestra angustia y no desechaste nuestra súplica…».

Desde luego había habido unas cuantas oraciones, pensó Jake. Lo más probable era que todos y cada uno de los miembros de la tripulación del submarino le hubieran pedido ayuda al Todopoderoso al menos una vez durante la travesía del estrecho. Wishart había pasado rápido algunas páginas, saltando con habilidad de una oración a otra: aquella primera, si hubiera seguido con ella, lo habría llevado a afirmar que en algún punto «lo creíamos todo perdido: nuestra nave, nuestros bienes y nuestras vidas» y esto habría presentado una actitud injustificadamente derrotista. En su lugar, continuó diciendo:

—«Tú nos has mostrado cosas terribles y maravillosas en los abismos del mar, a fin de manifestarnos que tú eres un Dios poderoso y benigno, y que estás pronto a socorrer a todos lo que en ti confían…».

Jake estaba mirando al maquinista McVeigh cuando Wishart había hablado de «cosas terribles y maravillosas en los abismos del mar», y casi suelta una carcajada pensando que Angus McVeigh podría ser la más terrible y maravillosa de todas ellas… Resultaba asombroso pensar que sólo cinco días atrás le había costado recordar los nombres de estas personas; ahora se sentía como si los conociera a todos desde hacía años.

Había sido aproximadamente a los dos y media de la madrugada del tercer día cuando habían emergido en el extremo occidental del Mármara. Quedaban dos horas de oscuridad y las había pasado avanzando en dirección este a seis nudos con un motor bombeando los inicios de nueva vida en la torturada batería. Wishart había sumergido el submarino antes del amanecer y lo había llevado cerca de la costa septentrional, para yacer tocando fondo todo el día a doce brazas cerca de un cabo llamado Injeh Burnu. Un día de descanso, comidas adecuadas, aire limpio para



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